domingo, 8 de mayo de 2016

Los dos hidalgos de Verona


Nota primera

Sin una lectura previa de La Diana, de Jorge de Montemayor, en particular el segundo de sus siete libros, esta comedia podría desilusionar al lector que busca en ella la madurez de Shakespeare. Leída La Diana con antelación, en cambio, The two gentlemen of Verona cobra entonces un sabor que nos permite apreciar su sencillez e incluso sus imperfecciones y su condición de ejercicio de estilo de un joven de 27 años que acaba de llegar a Londres.

Nota segunda

Sin el conocimiento de Jorge de Montemayor y de la historia de su Felismena, digo, es muy fácil que los enredos amorosos de Los dos hidalgos… nos fastidien por pueriles. El enfado no nos asalta, sin embargo, con Fernando y Miranda (La Tempestad) ni tampoco con Lorenzo y Jessica (El mercader de Venecia), a pesar de que en tales parejas se reproduce la misma candidez sentimental y la misma inestabilidad emocional de los dos jovenzuelos de Verona y sus prometidas. No nos cansan los amores de las parejas citadas, no porque no sean en sí insufribles –que lo son- sino porque hay una estructura dramática que los redime poéticamente, una estructura que los soporta y que nos ayuda a soportarlos (otras cosas muy distintas encontramos tanto en Otelo y Desdémona como en Macbeth y su esposa, así como en Hamlet y Ofelia; muchas cosas se hallan en estas tres parejas, excepto niñerías; trataré el caso de Romero y Julieta a su debido tiempo, para no hacer juicios apresurados sobre la profundidad de sus sentimientos y de su tragedia).

Nota tercera

Entendemos fácilmente que Cervantes haya leído La Diana y que lo haya hecho desde muy joven. ¿Pero cómo hizo Shakespeare para leerla, si la primera traducción al inglés de la novela de Jorge de Montemayor es de 1598, y la comedia de Shakespeare es de 1591?  

Se me ocurre pensar que Shakespeare leyó La Diana en español o en alguna traducción francesa o italiana. Pero mi amigo Octavio Herrero, quien piensa mejor y más rápidamente que yo, sugiere algo muy posible: lo que cuenta Montemayor en el segundo libro de su novela pastoril es una historia popular y conocida en toda la Europa del siglo XVI. Puede ser. Seguiré investigando.


Nota cuarta

El segundo libro de La Diana vuelve a dar voz a los pastores del primero, pero añade personajes nuevos y dedica su mayor parte a la historia de Felismena, que es definitivamente la historia que recoge Shakespeare para Los hidalgos de Verona

(Debo advertir que, como género narrativo, la novela pastoril no tiene prisa alguna en desarrollarse y se solaza en los detalles, lo que no es un defecto sino uno de sus encantos; de cualquier manera, resumiré lo más posible):

A los diez y siete años, Felismena despierta el amor de un vecino llamado Felis, quien le envía cartas a través de una criada, Rosina. Ella, Rosina, además de servir a Felismena, es su confidente. Felismena finge no querer las cartas, así que la sabia Rosina deja una de ellas, como por descuido, en el dormitorio de su ama. Felismena termina por aceptar las pretensiones de Felis, hasta quedar enamorada (recordemos el hilarante momento de Los dos hidalgos de Verona en que Julia rompe la carta que le ha entregado Lucetta, para luego ponerse a hablar con los pedazos de papel).

Felis es enviado por su padre a la corte de la princesa Augusta Cesarina, para hacer de su hijo un hombre de provecho. La partida y la distancia, sin embargo, acrecientan el amor de Felismena, quien decide viajar a la corte disfrazada de hombre (se hace llamar Valerio), para saber qué hace su Felis. ¡Y qué iba a hacer sino enamorarse de otra!

Felismena, disfrazada de Valerio, se entera, por boca de Fabio, paje de Felis, que su amo está enamorando a una mujer llamada Celia, quien lo rechaza, pues está enterada de su inconstancia. Con los buenos oficios de Fabio, Felismena –todavía disfrazada de Valerio- logra entrar al servicio de Felis, de quien se vuelve su confidente y su contacto con Celia. Celia, por su parte, termina enamorándose de Valerio, y al no ser correspondida muere de amor (ya en la primera parte de La Diana, Jorge de Montemayor nos sorprende con un relato de tono lésbico mucho más atrevido).

En Shakespeare, Felismena es Julia (Valerio es Sebastián), Felis es Proteo, Celia es Silvia, Fabio es Launce, Rosina es Lucetta, la princesa Augusta Cesarina es el Duque de Milán.

Shakespeare cambia el final de la historia (matar a Julia o dejar que la violara Proteo no hubiera sido lo más adecuado para terminar una comedia); pero lo que nos queda a todos (al menos a los lectores del siglo XXI) es un profundo malestar por la reprobable conducta de los varones y el maltrato recibido por las mujeres, tanto en William Shakespeare como en Jorge de Montemayor.

Si bien Los dos hidalgos de Verona es una obra de juventud, quedan en nuestra memoria las reflexiones sobre la pasión amorosa que hacen los protagonistas. Transcribo algunas de ellas:

Valentín: Amar es comprar desprecios con lamentos, miradas de desdén con suspiros de dolor; es cambiar por un instante de placer veinte noches de ansiedades y desvelos. Si se triunfa, cara cuesta la victoria. Si se nos engaña, sólo conservamos desastres. ¿Qué queda, pues, del amor? Una tontería conseguida a fuerza de ingenio, o un ingenio vencido por la tontería o la locura.

Proteo: ¡Oh, qué parecida es esta pasión naciente a la belleza insegura de un día de abril! Deja de pronto ver el Sol en toda su gloria y al instante una nube lo cubre todo.

Relámpago (Speed). Amor es un camaleón, que puede vivir del aire.


Por otra parte, mi dos momentos favoritos están, uno en la segunda escena del primer acto (que ya mencioné), cuando Julia rompe la carta de Proteo, para inmediatamente arrepentirse y hablar con cada uno de los pedazos de papel (lo que nos causa risa nerviosa a quienes hemos protagonizado ridiculices parecidas en algún momento oscuro de nuestra vida); y el otro exactamente al principio de la tercera escena del segundo acto, cuando Launce nos habla de la tradición de lloriqueos de su familia y de la contrastante impasibilidad de su perro Crab.  

He buscado en YouTube alguna actuación decorosa de dichos momentos, pero sólo me he encontrado con aficionados que destrozan el texto. Seguiré buscando alguna buena actuación.

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