I am not what I am, revela Yago
mientras teje sus intrigas. No soy lo que
aparento, traduce atinadamente Luis Astrana Marín. Y con esta oración,
Shakespeare anuncia que, de nuevo, habrá teatro dentro del teatro.
Yago, a
sus escasos 28 años de edad, es un alma retorcida y resentida (sospecha que
Emilia, su mujer, lo engañó alguna vez con Otelo; y no entiende por qué el moro
no lo ha elegido a él como teniente sino que ha preferido a Miguel Cassio; así
que lo odia por partida doble y decide destruirlo, muy a la manera de otro gran
personaje de Shakespeare: Ricardo III): finge lealtad y amistad frente a
Cassio, frente a Desdémona y frente al mismo Otelo, mientras esconde sus odios
y sus envidias, de cuya naturaleza sólo se entera el tonto de Rodrigo (aunque
al final se descubre toda la maldad de Yago).
El I am not what I am de Yago nos recuerda el
Yo sé quién soy del Quijote, que en el
caso del caballero andante es como decir “Yo creo en la imagen que tengo de mí
mismo”. Pero si Yago y el Quijote están representando un papel, ¿cuál es la
diferencia entre ambos personajes? Pregunto esto porque los dos podrían
suscribir lo que Yago afirma frente a Rodrigo:
Somos lo que nosotros mismos hemos decidido ser. La voluntad es el
jardinero de nuestro cuerpo, de nuestro jardín
(Our bodies are our gardens, to the wich our wills are gardener).
Pregunto
de nuevo: ¿Cuál es la diferencia entre ambos personajes?
Busco una
respuesta y la encuentro en aquello que afirma Chesterton (y que siempre cito a
la menor provocación): Loco es el que ha
perdido todo, excepto la razón (Yago). Y yo añado (estoy seguro de que Chesterton
suscribiría mis palabras): Loco es el que
ha perdido todo, excepto la fe en sí mismo (don Quijote).
Digamos,
entonces, que la diferencia entre los dos personajes está en la base de su
respectiva locura: La razón (Yago) y la fe (don Quijote). ¿Pero cuál es la
razón de Yago? ¡La razón renacentista! Sé quien deseas ser.
Tercera
nota
Hay un
momento en que Yago declara brevemente lo que Giovanni Pico della Mirandola
desplegó y vistió de luminosos argumentos en su Discurso sobre la dignidad del hombre, que es, sin duda, uno de los
primeros programas filosóficos del pensamiento moderno…
Pico della
Mirandola (1486): Las bestias sacan
consigo del vientre materno todo lo que tendrán después. Al hombre, en cambio,
le es conferido desde su nacimiento gérmenes de toda especie y gérmenes de toda
vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán
sus frutos. Y si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si
racionales, se elevará a animal celeste.
Yago
(1603): Podemos plantar ortigas o
lechugas; sembrar hinojo y escardar tomillo; echar una sola clase de semilla o
arruinarlo con muchas; podemos dejarlo estéril o hacerlo fructífero con nuestro
tesón… Depende solamente de nosotros mismos. ¡Es nuestro privilegio! ¡El de
nuestra voluntad! Si en las balanzas de nuestras vidas la razón no sirviera de
contrapeso a las pasiones, la bajeza del natural instinto nos haría cometer los
mayores despropósitos… Para eso está la cabeza, para controlar los impulsos,
para frenar la urgencia de la carne, la lujuria salvaje, eso que tú llamas amor
y que de él no es sino esqueje o accidente.
Cuarta
nota
Vuelvo a
lo señalado en la primera nota: el teatro dentro el teatro.
Al leer Otelo, me
viene a la memoria el disfraz de locura que decide utilizar Hamlet para engañar
a su tío (y para que éste se confíe); la ensoñación en la que Próspero, con
ayuda de Ariel, envuelve a los náufragos de La
Tempestad; las hadas y los duendes de Sueño
de una noche de San Juan (Oberón, Titania y Puck), quienes trastocan los
sentimientos de los amantes y confunden la identidad de quienes visitan su
bosque… ¡Esto es Shakespeare en su caldo! Tácito o expreso, siempre hay teatro
dentro del teatro en la obra del stratfordiano: en Medida por medida (el duque Vicencio disfrazado del fraile
Ludovico), en Hamlet (La Ratonera/El asesinato de Gonzago), en Sueño
de una noche de San Juan (la trágica historia de Píramo y Tisbe, convertida
en comedia involuntaria).
Quinta
nota
El
comportamiento de Brabantio (sus exabruptos, sus racismo, su intolerante
rechazo a la relación entre su hija y el moro Otelo) me recuerda a Tillie
(Isabel Sanford), la sirvienta de los Drayton en ¿Sabes quién viene a cenar? (1967). El racismo de Tillie es mucho más
patético por el hecho de que ella es negra. Brabantio y Tillie pueden tratar
con Otelo y John Prentice (ambos
profesionales exitosos, apreciados y admirados en su entorno), pueden, digo,
tratar con ellos… siempre y cuando ni el valeroso general ni el reputado médico
se salgan de su lugar ni de su condición racial.
Brabantio
(a Otelo): Aquí te entrego de todo corazón lo que de todo
corazón yo te negara, si no lo hubieras ya tomado.
Tillie. Civil rights is one thing, this here is somethin’ else.
Sexta nota
Envenenado
por Yago y enfermo de celos, Otelo se comporta como un idiota furibundo que ha
perdido toda capacidad de sensatez, exactamente como Anselmo, el personaje de El curioso impertinente, una novela
completa dentro de la primera parte del Quijote (capítulos XXXIII, XXXIV y
XXXV); y exactamente como Francisco Galván de Montemayor (Arturo de Córdova) en Él, de Luis Buñuel, 1953.
Séptima nota
Las dos
películas basadas en Otelo que he visto son la de Orson Welles (1952) y la de
Oliver Parker (1995). Ambas me gustan, a pesar de ser tan diferentes entre sí
(la primera, hecha con tres pesos y con una fotografía que yo llamaría
bellamente siniestra y con decorados que asocio con el expresionismo alemán; la segunda, muy al estilo de las grandes producciones). Yago es convincente tanto en la primera (Micheál MacLiammóir) como en la
segunda (Kenneth Branagh). Lo único que desmerece en la versión de Welles es el betún con el que lo hicieron moro (pero se entiende: no hubo dinero para otra cosa -Welles tuvo que poner de su propio dinero para salvar la producción).
Octava
nota
Además de
las citas que han aparecido en las notas anteriores, dejo aquí algunas palabras
memorables de la tragedia de Shakespeare:
Brabantio (a
Otelo). Si traicionó a su padre, podría
traicionarte a ti.
Yago. Muchas
son las cosas que el tiempo encierra en su vientre y que están a punto de ser
paridas.
Yago (aparte,
mientras observa la mutua ternura de Otelo y Desdémona). Ahora estáis acordes.
Yo aflojaré las llaves que producen tal música.
Yago (con el
pañuelo de Desdémona en la mano). Lo que es liviano como el aire, pruebas
firmes parecen al celoso.
Yago: ¡Sigue
actuando, veneno! Atrapa, de ese modo, a crédulos y a necios, que así se difama
a castas damas.
Otelo
(escondido, escucha a Cassio hablar de Bianca –pero el moro cree que habla de
Desdémona). ¡Ah! Puedo ver tu nariz, pero no el perro al que se la echaré.
Otelo (ésta afirmación se lleva la tarde). Si las
lágrimas de mujer pudieran fecundar la tierra, de cada gota derramada brotaría
un cocodrilo.
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