domingo, 20 de marzo de 2016

Otelo





Antonio Aura Boronat,
en el prólogo a su traducción de Shakespeare, de Víctor Hugo.

Primera nota

I am not what I am, revela Yago mientras teje sus intrigas. No soy lo que aparento, traduce atinadamente Luis Astrana Marín. Y con esta oración, Shakespeare anuncia que, de nuevo, habrá teatro dentro del teatro.

Yago, a sus escasos 28 años de edad, es un alma retorcida y resentida (sospecha que Emilia, su mujer, lo engañó alguna vez con Otelo; y no entiende por qué el moro no lo ha elegido a él como teniente sino que ha preferido a Miguel Cassio; así que lo odia por partida doble y decide destruirlo, muy a la manera de otro gran personaje de Shakespeare: Ricardo III): finge lealtad y amistad frente a Cassio, frente a Desdémona y frente al mismo Otelo, mientras esconde sus odios y sus envidias, de cuya naturaleza sólo se entera el tonto de Rodrigo (aunque al final se descubre toda la maldad de Yago).

Segunda nota

El I am not what I am de Yago nos recuerda el Yo sé quién soy del Quijote, que en el caso del caballero andante es como decir “Yo creo en la imagen que tengo de mí mismo”. Pero si Yago y el Quijote están representando un papel, ¿cuál es la diferencia entre ambos personajes? Pregunto esto porque los dos podrían suscribir lo que Yago afirma frente a Rodrigo: 

Somos lo que nosotros mismos hemos decidido ser. La voluntad es el jardinero de nuestro cuerpo, de nuestro jardín 
(Our bodies are our gardens, to the wich our wills are gardener).

Pregunto de nuevo: ¿Cuál es la diferencia entre ambos personajes?

Busco una respuesta y la encuentro en aquello que afirma Chesterton (y que siempre cito a la menor provocación): Loco es el que ha perdido todo, excepto la razón (Yago). Y yo añado (estoy seguro de que Chesterton suscribiría mis palabras): Loco es el que ha perdido todo, excepto la fe en sí mismo (don Quijote). 

Digamos, entonces, que la diferencia entre los dos personajes está en la base de su respectiva locura: La razón (Yago) y la fe (don Quijote). ¿Pero cuál es la razón de Yago? ¡La razón renacentista! Sé quien deseas ser.

Tercera nota

Hay un momento en que Yago declara brevemente lo que Giovanni Pico della Mirandola desplegó y vistió de luminosos argumentos en su Discurso sobre la dignidad del hombre, que es, sin duda, uno de los primeros programas filosóficos del pensamiento moderno…

Pico della Mirandola (1486): Las bestias sacan consigo del vientre materno todo lo que tendrán después. Al hombre, en cambio, le es conferido desde su nacimiento gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Y si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste.

Yago (1603): Podemos plantar ortigas o lechugas; sembrar hinojo y escardar tomillo; echar una sola clase de semilla o arruinarlo con muchas; podemos dejarlo estéril o hacerlo fructífero con nuestro tesón… Depende solamente de nosotros mismos. ¡Es nuestro privilegio! ¡El de nuestra voluntad! Si en las balanzas de nuestras vidas la razón no sirviera de contrapeso a las pasiones, la bajeza del natural instinto nos haría cometer los mayores despropósitos… Para eso está la cabeza, para controlar los impulsos, para frenar la urgencia de la carne, la lujuria salvaje, eso que tú llamas amor y que de él no es sino esqueje o accidente.

Cuarta nota

Vuelvo a lo señalado en la primera nota: el teatro dentro el teatro. 

Al leer Otelo, me viene a la memoria el disfraz de locura que decide utilizar Hamlet para engañar a su tío (y para que éste se confíe); la ensoñación en la que Próspero, con ayuda de Ariel, envuelve a los náufragos de La Tempestad; las hadas y los duendes de Sueño de una noche de San Juan (Oberón, Titania y Puck), quienes trastocan los sentimientos de los amantes y confunden la identidad de quienes visitan su bosque… ¡Esto es Shakespeare en su caldo! Tácito o expreso, siempre hay teatro dentro del teatro en la obra del stratfordiano: en Medida por medida (el duque Vicencio disfrazado del fraile Ludovico), en Hamlet (La Ratonera/El asesinato de Gonzago), en Sueño de una noche de San Juan (la trágica historia de Píramo y Tisbe, convertida en comedia involuntaria).

Quinta nota

El comportamiento de Brabantio (sus exabruptos, sus racismo, su intolerante rechazo a la relación entre su hija y el moro Otelo) me recuerda a Tillie (Isabel Sanford), la sirvienta de los Drayton en ¿Sabes quién viene a cenar? (1967). El racismo de Tillie es mucho más patético por el hecho de que ella es negra. Brabantio y Tillie pueden tratar con Otelo y John  Prentice (ambos profesionales exitosos, apreciados y admirados en su entorno), pueden, digo, tratar con ellos… siempre y cuando ni el valeroso general ni el reputado médico se salgan de su lugar ni de su condición racial. 

Brabantio (a Otelo): Aquí te entrego de todo corazón lo que de todo corazón yo te negara, si no lo hubieras ya tomado.

Tillie. Civil rights is one thing, this here is somethin’ else.

Sexta nota

Envenenado por Yago y enfermo de celos, Otelo se comporta como un idiota furibundo que ha perdido toda capacidad de sensatez, exactamente como Anselmo, el personaje de El curioso impertinente, una novela completa dentro de la primera parte del Quijote (capítulos XXXIII, XXXIV y XXXV); y exactamente como Francisco Galván de Montemayor (Arturo de Córdova) en Él, de Luis Buñuel, 1953.

Séptima nota

Las dos películas basadas en Otelo que he visto son la de Orson Welles (1952) y la de Oliver Parker (1995). Ambas me gustan, a pesar de ser tan diferentes entre sí (la primera, hecha con tres pesos y con una fotografía que yo llamaría bellamente siniestra y con decorados que asocio con el expresionismo alemán; la segunda, muy al estilo de las grandes producciones). Yago es convincente tanto en la primera (Micheál MacLiammóir) como en la segunda (Kenneth Branagh). Lo único que desmerece en la versión de Welles es el betún con el que lo hicieron moro (pero se entiende: no hubo dinero para otra cosa -Welles tuvo que poner de su propio dinero para salvar la producción).

Octava nota

Además de las citas que han aparecido en las notas anteriores, dejo aquí algunas palabras memorables de la tragedia de Shakespeare:

Brabantio (a Otelo).  Si traicionó a su padre, podría traicionarte a ti.

Yago. Muchas son las cosas que el tiempo encierra en su vientre y que están a punto de ser paridas.

Yago (aparte, mientras observa la mutua ternura de Otelo y Desdémona). Ahora estáis acordes. Yo aflojaré las llaves que producen tal música.

Yago (con el pañuelo de Desdémona en la mano). Lo que es liviano como el aire, pruebas firmes parecen al celoso.

Yago: ¡Sigue actuando, veneno! Atrapa, de ese modo, a crédulos y a necios, que así se difama a castas damas.

Otelo (escondido, escucha a Cassio hablar de Bianca –pero el moro cree que habla de Desdémona). ¡Ah! Puedo ver tu nariz, pero no el perro al que se la echaré.

Otelo (ésta afirmación se lleva la tarde). Si las lágrimas de mujer pudieran fecundar la tierra, de cada gota derramada brotaría un cocodrilo.


Otelo (entra con una antorcha y se acerca a la alcoba donde se encuentra Desdémona). Apaga la luz. Y ahora… apaga la luz (Put out the light, and then put out the light).



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